Rubem Dantas, percusionista. Entrevista
“El cajón no tiene fuerza para estropear el flamenco. Y yo tampoco”
Silvia Calado. Madrid, enero de 2009
Treinta
 y dos músicos repitieron el chantaje. ¿Que tú vas a grabar tu primer 
disco y yo no voy a tocar? Y así es como ‘Festejo’, el primer disco en 
solitario de Rubem Dantas
 -sí, el primero- tiene como colaboradores desde Paco de Lucía a Carles 
Benavent, pasando por Jorge Pardo, Chano Domínguez o Joaquín Grilo. Eso 
sólo citando a los más próximos al flamenco, pues este disco no entiende
 de mapas. Lo mismo asoma el jazz de Chick Corea, que la percusión hindú
 de Nantha Kumar. El percusionista brasileño entiende la música 
universalmente. Y por eso está orgulloso de que por primera vez “una 
manifestación cultural de América viniera a Europa a incorporarse en un 
estilo con mucha antigüedad”. Se refiere a la integración del cajón 
peruano en el flamenco. Él fue el artífice.
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| Rubem Dantas (foto Daniel Muñoz) | 
Cuéntanos la historia de ‘Festejo’, tu primer disco en solitario...
Acabé
 de grabar pronto. Todo ha sido un proceso normal. Soy meticuloso, pero 
sé con qué cosas tengo que ser meticuloso. Lo que nunca hubo 
posibilidades es de hacer nada con las compañías. Es como si fueras al 
cumpleaños de tu amiga, llegas a su casa y tú sola te comes la tarta 
entera. Eso no existe ni en nuestra infancia, ¿por qué quieren hacer eso
 con los discos la industria? Así que como estaba producido por mí 
mismo, dije que no, que iba a esperar un tiempo, a ver cuándo podía 
hacer las cosas a través de un sello propio o de un amigo que sea 
socio... cualquier otra fórmula. Ya surgió la posibilidad de hacer la 
página web, poner todo por ahí... y así fue tomando forma, porque 
realmente no se pudo hacer ningún negocio. Quieren la tarta entera para 
ellos solos. Entonces estoy ahí, rodando eso, sin parar. 
¿Cómo fue el proceso de grabación?
Una
 vez fuimos a un estudio de un amigo. Y resulta que cuando llegamos 
allá, hicimos la primera prueba y dije ya está. Había que irse a un 
estudio bueno. Y fuimos a Musigrama, el estudio de Joaquín Cobos, que 
nos abrió aquello. Me dijo que confiaba en mí. Y el primer día que 
escuchó la cosa, se asustó. “¿Qué están haciendo?”, dijo. Yo me asusté 
también. Pero él me aclaró que qué gusto, que qué cosa más buena. Y 
aquello siguió para delante y se acabó muy pronto, siendo una producción
 hecha por mí mismo. 
Hay como treinta músicos en el disco. ¿Cómo los fuiste encajando?
Treinta
 y dos. El disco se iba a hacer con ocho personas, pero empezó a llegar 
al oído de uno y de otro que yo estaba haciendo el disco. Y, nada, el 
viejo chantaje. ¿Que tú vas a hacer tu primer disco y yo no voy a estar?
 Entonces, venga chantajes, chantajes, chantajes... y me apañé con 
treinta y dos músicos.
No habría dinero para pagarlo, ¿no?
Aunque
 tuviera el triple de ese dinero, no lo podría pagar. Realmente, todos 
los músicos que han pasado por ahí me han hecho sentir muy contento, muy
 feliz, me dieron lo mejor de ellos. En el disco se ve también, mucha 
gente lo dice.
¿Qué han aportado los flamencos en el disco?
Ellos
 aportaron al disco un montón de cosas, incluso lenguajes actuales. Es 
que el disco también tiene esa posibilidad, que realmente las dos 
culturas estén en su sitio como ellas siempre estuvieron, no una 
reforzada y la otra por debajo. No, en mi disco está claro: una 
situación y otra situación (y abre un brazo y después el otro). 
En la situación de la percusión, que existe en cualquier lado del 
planeta, fue donde realmente las músicas americanas tuvieron más 
posibilidad. Porque resulta que fue la mezcla entre Europa y África, las
 dos cosas juntas. Hoy el do-re-mi-fa-sol-la-si, se entiende con el 
ritmo ese y con cualquier otro ritmo. Pero en este disco están 
preparadas las dos cosas intelectualmente, tanto de un lado como del 
otro. Normalmente, las cosas son intelectuales de un lado o 
intelectuales del otro lado. Ahí en el disco no hay ese problema de 
identidad. Ellos llegaron y se asomaron a la oportunidad de ver la 
situación musical desde ese punto de vista. Eso realmente fue 
inolvidable. Como dije antes, aunque tuviera el dinero para pagarles, 
pagaba tres veces más, y no iba a tener dinero.
Entre todo el elenco destaca Paco de Lucía. ¿Qué significa para ti?
¿Para
 mí? ¿Paco? ¡Oh, Paco! Muchas cosas, mi amigo, mi maestro, mi padre, mi 
gurú... un montón de cosas. A quien puedo contar las cosas... mucho, 
mucho. Paco es mi universidad, la universidad del flamenco, el decano. 
Los decanos son Paco, Camarón,
 Ramón de Algeciras... ellos son los decanos de mi universidad, ellos 
son la mejor universidad que yo he tenido. Aunque no me quejo de ninguna
 universidad, pues he tenido otras, pero esa es impresionante. Y contar 
con ellos... ¡uaaaaah!, es increíble. No es hoy sí y mañana se 
acabó, sino que siempre estamos ahí “oye, ¿por qué no haces? Oye, ¿por 
qué no...?”. Siempre nos estamos provocando, es algo vivo, a mí me 
gusta. 
¿Qué te enganchó del flamenco a ti que vienes de una música ya de por sí muy rica?
Me
 engancha de la música también muchas veces el desprecio que tiene hacia
 sí misma. Y eso me ha dado mucha pena del flamenco. En América yo lo 
tenía como algo muy valorado de Europa, como muy arrogante. Y cuando 
llegué, vi que no tenía ninguna protección. ¿Quién protege eso? 
Entonces, quienes lo protegen son Camarón, Paco, Carmen Amaya,
 Diego del Gastor, el Tío Sabicas... Toda esa gente son los protectores y
 entonces yo me asomé a ese carro también. Pero en vez de con cosas que 
eran tradicionales en una época del flamenco, me asomé con otras cosas, 
con la percusión... Tuve que buscar mi sitio ahí dentro. Yo quería tocar
 eso y para tocar eso, yo quería hacerme mi sitio. 
Y
 así se lo dije en Bahía antes de venir a Europa a un amigo guitarrista 
italiano. Estuvo en España viviendo durante unos meses, en el sur. Y 
como él es guitarrista clásico, había acabado su carrera en Berlín, 
aprendió cosas de mineras, de granaínas... esos tipos de toques, no 
bulerías ni nada de eso. Y en Brasil un día en su casa, que me invitó 
para comer una pastita, empezó a tocar eso y le pregunté qué era. Me 
dijo que era flamenco, una música de España. Y me pareció tan bonito... 
Nosotros es que teníamos en la televisión de Brasil un programa que se 
llamaba ‘Carta de España’, pero sólo pasaba cosas regionales, la jota, 
cosas de Euskadi con la chalaparta, la música gallega... Pero de 
flamenco no había nada. Cuando escuché a mi amigo... ¡uaaaahhh! ¿Y la 
percusión de eso cómo es? Y mi amigo me dijo que no había percusión. ¡Yo
 me voy para allá a ponerle percusión! A la primera oportunidad que 
hubo, me vine para Europa. Y fue con un grupo de música folklórica, con 
toda la tradición de la música de Bahía, el candomblé, la capoeira... 
todas esas cosas afro. Y empecé a conocer. El día que mi grupo se iba 
para Brasil, fui a despedirlos al aeropuerto, jugamos capoeira en el 
aeropuerto, todo el mundo estaba loco mirando, porque en aquel momento 
era muy poco conocida en Europa. Jajaja. Era el año 76. La Capoeira era 
una cosa que ha tenido muchos problemas para integrarse en la cultura de
 Brasil; antes era visto como algo marginal, toda la cultura negra en 
América siempre ha tenido problemas. 
Aquel
 mismo día tuve el regalo de conocer a Paco en un café, con Ramón de 
Algeciras. Empezamos a hablar y me dio su teléfono, pero como Francisco 
Sánchez Gómez, no como Paco de Lucía. Jajajaja. Ah, muy bien. ¿Y 
tú eres percusionista? Sí. Pues estoy buscando un percusionista porque 
ya no aguanto más. Y me dio su teléfono y le dije que lo llamaría. Ya en
 Madrid me encontré con una amiga que me llamó para vivir en su casa, 
una chica de Sevilla, de la que me hice muy amigo... hasta hoy. Un día 
estaba lleno de papeles por los bolsillos y me compré una agendita 
pequeña y empezamos a anotar los nombres. Y cuando ella leyó Francisco 
Sánchez Gómez me dijo “¡Rubem, ese hombre es Paco de Lucía!”. Pero ya me
 dio vergüenza llamarlo por no molestarlo. Cuando nos conocimos de 
verdad fue cuando Pedro Ruy-Blas habló con él para hacer el disco de 
Manuel de Falla. Cuando llegó a casa y me vio me dijo que por qué no lo 
había llamado. Y le contesté que había descubierto que era famoso y ese 
rollo, y no quería molestarle. Y le gustó mucho. A partir de ese día, 
amigos. 
Ahora que se han cumplido 25 años desde que el cajón llegara al flamenco, ¿cómo valoras la integración del instrumento?
La
 integración del cajón en el flamenco es impresionante. Yo como dato veo
 que es la primera vez que hay una manifestación cultural de América que
 viene a Europa a incorporarse en un estilo con mucha antigüedad. Antes 
nunca hubo ese amor. Yo siempre estoy con muchos problemas con los 
padres, con los nietos y con los abuelos, pero ante el planeta. América,
 Europa, Asia... no nos respetamos. Los Rodríguez y los Fernández que 
hay allá, si hacen la prueba pueden descubrir que su trisabuelo puede 
estar en Extremadura. ¿Entiendes? ¿Por qué procedemos de esa forma? 
Incluso sin respeto. Para el flamenco ha sido impresionante, para todo y
 para todos. Para la industria ha sido fantástico, para la gente que 
viene y encuentra otra asignatura dentro del flamenco, la percusión, 
también. Fue una cosa que puso el pabellón muy muy para arriba. 
¿Cómo ves a esos nietos y bisnietos?
Impresionantes.
 Impresionantes. Hay unos que son impresionantes. Yo estoy muy orgulloso
 de ellos. Y, además, el cajón ha dado más posibilidades de expresión 
para otras cosas. ¿Por qué el violín no? ¿Por qué la armónica no? ¿Por 
qué el banjo no? ¿Por qué el bajo no? ¿Por qué el coro no? ¿Y el piano? 
El secreto que había ya está claro. Hay una postura de la gente. “Uauuuuuhhh.
 ¿Cómo? ¿Así?”. Ayudó a entender. Yo vine tocando, no he inventado nada.
 Yo he añadido un color diferente. Cuando dicen que he venido a 
estropear el flamenco con el cajón yo digo ¿cómo? El cajón no tiene 
fuerza para eso... ni yo tampoco. ¡Nadie tiene fuerza para estropear el 
flamenco! ¡Nadie! ¿Qué se han creído? El flamenco tiene un suelo muy 
potente, tiene su raíz. Si no, no existiría. El formato que inventaron 
unos chalados por ahí, puede tener un año un éxito impresionante y 
mañana nada. Pero no tiene nada que ver con el flamenco. El flamenco es 
una cosa muy antigua. La pureza dicen... No es puro. Puro era yo que no 
lo sabía tocar. El flamenco no puede ser puro. Está mezclado con íberos,
 gitanos, moros, judíos... No, no, el puro era yo. Ahora ya no soy puro,
 ya tengo la experiencia. La samba tampoco es pura, el jazz no es 
puro... Pura es la gente que va a iniciarse en esas músicas y llega sin 
saber nada. 
¿Crees que los patrones que tú inventaste se han convertido en estándar?
Me
 pueden atribuir eso porque he sido el primero y la gente puede decir 
que he inventado eso, pero yo digo que no, que estoy haciendo la misma 
pulsación que el bailaor, el palmero, el guitarrista, el cantaor... Yo 
no he inventado nada. El patrón es del flamenco. Puse un color, como si 
viene un arpista, un piano... Es como si mi bisabuelo se despertara 
ahora y viera a un trombonista tocando samba. Jajaja. ¡¿Un 
pianista?! Yo he pensado mucho en mi bisabuelo antes de hacer eso en el 
flamenco. Si se despertara y viera cómo estaba la historia de aquello...
 Es que en mil ochocientos el concepto de aquello era otra cosa. El 
flamenco, igual. Luego lo que pasa es que se quedaron parados mucho 
tiempo. 
¿Qué evolución le ves al flamenco?
Ahora
 mismo está el futuro más potente que se puede conocer. El que viene, 
seguro que será impresionante porque tiene una buena huerta, una tierra 
buena y lo que se ha plantado... ¡buuuuaaahh! Los árboles que hay ahí no veas cómo son de buenos. Y, claro, el pasado también. Todo está metido en el mismo contexto.
¿Ves a los jóvenes tan valientes como fuisteis vosotros?
Sí.
 Todo es un espejo. Como yo digo de los guitarristas. Siempre digo que 
en España no hay un guitarrista malo. ¡No hay ninguno malo! Pero Paco 
está aquí (y pone la mano lo más alta que puede). Y ahora mira a todos 
los que se reflejan en Paco... Y los que cantan se están ‘espejando’ en 
Camarón. Los que tocan la flauta, en Jorge Pardo... Los del bajo, en Carles Benavent. En Chano Domínguez
 los del piano. Y ahora Antonio y el Parrilla y el otro... Son gente que
 estamos ahí sólo por eso, no estamos por otra cosa porque detrás viene 
gente con la que tenemos que compartir el secreto, para que sepa.
¿Qué puede aprender el aficionado al flamenco en ‘Festejo’?
No,
 es que en ‘Festejo’... Lo que pueden ver dentro de mi disco es la 
fantasía flamenca. No quise ser tan flamenco, tan jazz, tan sambero... 
No tengo ninguna intención en ese sentido porque yo ya he dejado de 
pensar en eso, en el nacionalismo así. Yo soy del otro nacionalismo (y abre los brazos con queriendo abarcar la tierra entera).
 Me gusta todo, el detalle de aquí, el detalle de allí... es un disco de
 detalles, simplemente. No es un disco de jazz, no tiene esa precisión, 
es otro tipo de formato. Juego con muchas cosas. Le digo a los músicos 
que tal tema es un tanguillo de Cádiz y el argentino que está al lado me
 contesta (imita el acento) “ché cómo va a ser un tanguillo de Cádiz, es una chacarera”. Y luego el otro dice que es una cosa de la música gnawa... Jajajaja. Mi disco es así.
Es como la historia de la música...
Está
 lleno de eso. ¿Cómo puede ser eso un fandango de Huelva? Sí, chico, 
tiene su ritmo, está denominado así. ¿Pero con esa armonía? ¿Pero con 
esa melodía? No, es música de Minas Gerais, otro dice que de Milton 
Nascimiento. Me está gustando por eso. Estoy muy contento. El único 
problema es que es muy lento por la incapacidad monetaria, industria, 
mercado... es complicado. Pero vamos a hacer que, paso a paso, la cosa 
vaya a su sitio.
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