jueves, 24 de noviembre de 2011


Trayectoria. La historia de una casualidad

El destino tuvo la culpa. Mario Cortés había ido forjando una sólida carrera internacional como guitarrista de acompañamiento junto a figuras del baile como Carmen Cortés o Manuela Carrasco; y primeros nombres del cante como Camarón, Chocolate, José Menese o Fernanda de Utrera. Pero, por "pura casualidad", se vio lijando maderas en el balcón de su casa. "Y es cierto que en esta vida nunca se sabe el destino que vas a tener, ni dónde te va a conducir, ni cómo vas a llegar al final, cuando tu vocación y tu profesión es guitarrista".

 
Mario Cortés en su taller
   

El giro lo marcó el capricho de su hijo Marvin allá por el año 1993. "Estaba ensayando con mi cuñado Gerardo Núñez y me llevé al niño, que entonces tenía unos catorce años, porque a él le gusta muchísimo la percusión e iban a estar con nosotros Rubem Dantas y José Antonio Galicia. Cuando salimos del ensayo me pidió que le hiciera un cajón y le respondí que le daba el dinero para que se comprara el mejor cajón que hubiera. Y el niño insistiendo, que le hacía ilusión que se lo hiciera... Y yo ni sabía cómo se hacía un cajón, ni había visto cajones más que por fuera cuando me acompañaban, ni nada". Mario Cortés se olvidó de la petición del chaval hasta que, al salir del ensayo del día siguiente, se le cruzó en su camino un contenedor con un tablero. Sin decirle nada, se lo llevó a casa, compró un serrucho y se puso manos a la obra: "Empecé a cortar la madera, aglomerado de por lo menos dieciséis milímetros, y el cajón salía todo daleado, eso no salía recto ni a tiros. Me dibujé más o menos el cajón, la medida no la sabía, pero me senté en una silla, como el chaval es alto… Y luego, ¿cómo iba a hacer el agujero?".

Y fue saltando escollos sobre la marcha. "Me hice con una sierra más delgadita porque así podía doblarla y el agujero salió, menos redondo, de cualquier forma". Había entonces que ponerse a ensamblar piezas... "Ni siquiera lo encolé, eran maderas tan gordas que le puse tornillos por todos lados, lo cuadré y... me faltaba la tapa. Yo sé que delante era un contrachapado, así que compré un ocumen de cuatro milímetros y se lo puse. Por ahí no iba desencaminado, pero lo demás no valía dos pesetas. Como el cajón era impresentable, compré pintura negra para tapar todos los defectos y lo pinté entero. Así no se veía tan mal, pero era una nevera portátil".

Un par de días después, el artesano principiante volvió a invitar a su hijo al ensayo y le dijo: "Venga, pues coge ese cajón". Marvin estaba encantado: "Qué bonito, qué grande". La ilusión era enorme, pues ese cajón se lo había hecho su padre. "Rubem Dantas y José Antonio Galicia al verlo, empezaron a decirle que vaya pedazo de cajón, que eso sí que es un cajón y no la mierda que tenemos nosotros... Yo los miraba y les decía que se callaran, que lo había hecho yo, que el niño se iba a creer que se estaban riendo de él". Pero iban en serio. Ambos percusionistas querían probarlo y así lo hicieron. La conclusión es que, insistían, "el cajón sonaba bien, mejor que los que tenían". De hecho, incluso intentaron cambiarle el cajón a Marvin quien, rotundamente, se negó. El primer encargo estaba ya en curso: "Rubem y José Antonio me pidieron que les hiciera un cajón a cada uno porque, según aseguraban, no había cajones buenos".
Mario Cortés aceptó el reto, empeñado en mejorar la calidad del instrumento. El artesano cuenta que "ya los hice de ocumen, encolados y decorados con barnices de colores, aunque aún no había caído en que se podía poner algún sistema interior. No eran tampoco… pero sonaban mejor". Dantas y Galicia, "locos de contentos", empezaron a difundir que Mario Cortés hacía unos cajones "que te mueres". Y, poco a poco, fue recibiendo encargos: "Cuando iba con mi hermana Carmen me decían ¿por qué no me haces uno, que te lo compro?. Y yo decía que no, que lo había hecho porque insistieron". Y los nuevos clientes siguieron el mismo método: insistir. "Me puse a hacer cajoncillos en el balcón de mi casa, en un tercero, con un taco y una lija a mano". Como todo el polvo se metía dentro de la casa y, más concretamente, dentro de los armarios, la aventura casi le cuesta el abandono forzado del hogar. El boca a boca hizo lo demás... "Hazme uno, hazme otro… hasta que llegó el momento de plantearme mejorar radicalmente el instrumento".

Invirtió dinero, tiempo y neuronas en "investigar cuál era la mejor madera que había para hacer un buen cajón y probé todos los tipos que pude conseguir". Entonces, ante la creciente demanda, Mario Cortés ya había automatizado un poquito el sistema, pues "no podía fabricar cajones yo sólo con un taco y una lija". Buscó la maquinaria "más cómoda que existía para poder lijar" y la que no encontró, se la inventó: "Tuve que hacer un patrón de horma a medida para encolar los cajones, una horma que me encanta porque es bastante primitiva, pero donde el cajón encaja perfectamente". Y es un invento que tiene patentado. 
Mario Cortés
Mario Cortés



Mario Cortés se mantuvo firme en la idea de "jamás comprar un cajón para copiarlo, aunque sé que me podía haber ahorrado años de trabajo". Así que optó por la fórmula prueba-error. "Llegué a hacer cajones de roble y, aunque era una madera muy cara, tampoco me convencía el sonido". Rastreando, rastreando, encontró el mukali, una madera brasileña con la que elaboró los modelos semiprofesionales 'Jazz' y 'Soul'. Y siguió indagando.

Mario Cortés buscaba perfeccionar el sonido de sus instrumentos artesanos. Y lo logró, por una parte, con la madera de abedul finlandés, la que considera definitiva para el cajón flamenco; y, por otra parte, con sistemas de bordones. De este doble descubrimiento y de la inagotable capacidad creativa que caracteriza a la marca surgieron los modelos 'Paradisso' y, posteriormente, 'Universe', ambos ya afianzados como piezas ineludibles no sólo de cuadros flamencos, sino también de bandas de cualquier género. Del lado flamenco están percusionistas como Ramón Porrina, Piraña, Antonio Carmona, Chaboli, Cepillo, Bandolero... y, del otro lado, Tino di Geraldo, Giovani Hidalgo, Raúl Recua, el grupo de Alejandro Sanz, el grupo de Ricky Martin, el de Chayanne... Y es que, como afirma Mario Cortés, "aunque lo hemos hecho evolucionar atendiendo a las exigencias de los músicos del flamenco, el cajón se ha adaptado al acompañamiento de percusión de cualquier grupo y cualquier estilo de música. Ya es un instrumento más".

 http://www.flamenco-world.com/magazine/webs/mario_cortes/etrayectori.htm

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