“La clave es
acompañar”
De la misma generación, pero distinto camino,
es el percusionista sanluqueño Cepillo.
El integrante del trío del guitarrista Gerardo Núñez
está convencido de que ya puede hablarse de la percusión
como una modalidad más del flamenco. El cajón
es el instrumento que le parece más idóneo:
“Va a ser difícil sustituirlo, pues es intermedio
entre la bota y las palmas. Sustituirlo por un pandero o unas
tablas, se puede hacer, pero es más difícil.
Tienes que tener al lado a alguien que te haga una base”.
Y sabe que hay que adaptarse a las normas del flamenco: “Esos
instrumentos se tocan de forma diferente. Los limitamos a
ciertos toques, no como se debería tocar la tabla o
los djembés” en sus respectivas tradiciones musicales
originarias. Y hace una clara distinción: “La
confusión está en la diferencia entre ser percusionista
y tocar el cajón. Que toquen el cajón bien,
hay poquitos. Aún no hay casi quien dé clases
de cajón. Yo le enseño a la gente mi forma,
no es que sea la correcta. Sin embargo, la guitarra tiene
su código. Y si le da clases otro, le enseñará
lo suyo. Lo estamos creando nosotros”. Por ese motivo,
cree que hay que tener especial cuidado en que el cajón
no choque con la percusión natural del flamenco, las
palmas y los pies. Coincide con Mario Cortés en que
“la clave es acompañar al cantaor, al bailaor
o al guitarrista. Ya cuando Gerardo me pide que me haga el
solo, me hago el solo. Yo no soy percusionista de formarla”.
Cepillo con Pablo Martín (foto Daniel Muñoz) |
Guillermo McGill (Frame Aprende a tocar el cajón) |
A la lista de cajoneros del flamenco hay que añadir a Chaboli, pieza clave de la discografía y la carrera en directo de Niña Pastori, pero también del atrás de Joaquín Cortés, teniendo por compañeros a Ramón Porrina y Bandolero. El gaditano Antonio Coronel es integrante fijo de la compañía de Eva Yerbabuena y colaborador habitual de artistas como Manolo Sanlúcar, Carmen Linares o Israel Galván. Con fuerza ha entrado en el plantel Paquito González, un cajonero joven cada vez más solicitado desde que debutara acompañando a Manolo Sanlúcar. Tampoco hay que olvidar al cubano Luis Dulzaides, que ha trabajado junto a Paco de Lucía, Ketama, Niña Pastori, Vicente Amigo, Jorge Pardo y Chano Domínguez, entre otros; a Dr. Kely, a Pepe Motos, a Lucky Losada, a Güito... Y no pasar por alto a los jovencísimos cajoneros del grupo onubense Los Activos y sus seguidores granadinos Taller de Compás de Almanjáyar, frutos de sendos proyectos de integración juvenil en barrios marginales. El cajón flamenco les ha aportado una salida profesional y artística plasmada incluso en trabajos discográficos.
La historia del cajón flamenco comienza ya a escribirse. No ha hecho más que arrancar y ya hay artistas, maestros, obras, estándares, reflexiones, críticas, luthiers... Y una clarísima vocación de continuidad. El instrumento ha despertado el interés de jóvenes aspirantes a músicos que quedan encandilados por el compás, el sonido, la manejabilidad y hasta el precio (nada que ver con el de una guitarra). Aunque merece ser tomado tan en serio como los instrumentos más veteranos. Merece desdecir chistes como este que corre por tierras andaluzas: “Antes, a los niños que no querían estudiar, los metían los padres en los albañiles. Ahora, les compran un cajón”. Y no, no es fácil, nada fácil. No se trata sólo de golpear, sino de hacer música y eso requiere muchas horas de estudio, no ya de los compases del flamenco, sino de las técnicas propias de la percusión. Y es que, palabra de El Gali, “no hay que dar tantos palos, sino uno en el sitio”.
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